Y me vi arrastrado de nuevo por el torbellino. La confusión que invadió mis noches y que anidó en mis días. La desesperada sensación de equivocarse, de no acertar de nuevo, de permitir que la desesperada corriente me arrastre a la duda, a la incertidumbre.
Tres razones tuve para olvidarme. Tres motivos que me hicieron dudar. Y un polo que me atrae y me repele, una duda, un por qué, un quizás y un no lo sé.
Soy tormenta y huracán, soy un viento, un desespero, una duda y un quizás, un adiós y un hasta luego, un te quiero y un volcán, y a veces frío como el hielo, un dudoso, un decidido, un inventario a medio hacer, un montón de huesos fríos, carne y duda, un reprimido, el más lanzado, el peor de mis amigos, una rima y un compás, y un baile comprimido, y dos pasos a un lado y tres al frente, sumo y sigo, y un no sé qué distinto, un poco verde, algo amarillo, y una foto en blanco y negro, y un reloj, y un suspiro, y más de dos o tres cervezas y un filete y dos testigos...
Y no sé si aquel amanecer volverá, si las palabras que dijiste las recuerdas. Si tus halagos, si mis dudas, eran ciertas. Y ya no sé por qué dudé, sólo sé que me equivoqué.