Ítaca
Cuando inicies tu viaje a Ítaca, ruega que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de conocimiento. No temas a los Lestrigonios y los Cíclopes y al furioso Poseidón. Jamás encontrarás tales cosas en tu camino, si tus pensamientos se mantienen elevados, si una bella emoción toca tu cuerpo y tu espíritu. Jamás encontrarás a los Lestrigonios, a los Cíclopes y al fiero Poseidón, si no los llevas contigo dentro de tu alma, si tu alma no los alza frente a ti.
II.
Ruega entonces que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano, en que entres a puertos por primera vez vistos ¡con qué placer, con qué alegría! Detente en los mercados fenicios, y compra mercadería fina, nácar y corales, ámbar y ébano, y perfumes agradables de toda especie., compra tantos perfumes agradables como puedas; visita una multitud de ciudad egipcias, para aprender y aprender de aquellos que tienen conocimiento.
III.
Mantén siempre Ítaca fija en tu mente. Llegar allí es tu meta última. Pero no apresures el viaje para nada. Es mejor dejarlo durar por largos años; e incluso anclar junto a la isla cuando ya estés viejo, rico con todo lo que has ganado en el camino, sin esperar que Ítaca te dé riquezas.
IV.
Ítaca te ha dado el hermoso viaje. Sin ella jamás habrías emprendido el camino. Pero no tiene nada más que darte.
V.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te habrá defraudado. Con la gran sabiduría que habrás ganado, con tanta experiencia, ya habrás entendido para entonces lo que las Ítacas significan