viernes, 1 de junio de 2007

Elecciones

Acabaron las elecciones y llega la época de los pactos y de las reflexiones postelectorales. La primera, por mi parte, es la pertinaz abstención. Se dice que mucha gente no vota por aburrimiento, porque creen que nada cambia, sólo la cara del político de turno. No estoy de acuerdo con ésto, creo que la única manera de que cambien las cosas es participando, o metiéndose en algún partido, o creando uno o al menos votando. Aunque sea en blanco.

Este año estuve en una mesa electoral. Aunque era una mesa un poco especial (en un pueblo) y la participación fue muy alta (prácticamente un 87 por ciento), pude ver algunas cosas curiosas. La primera es que los más interesados en ejercer su derecho al voto eran personas mayores, que estaban a la entrada del colegio incluso antes de que estuviera constituida la mesa. La otra es que prácticamente nadie coge el voto en la cabina, lo traen de casa, y muy bien cerrado. Esto está bien, pero dificulta el recuento una barbaridad.

La otra es lo lento y anticuado que es el proceso. Seguimos usando papeletas metidas en sobres y hay que firmar una cantidad de documentación pasmosa, todo ello por asegurar la rectitud y corrección del proceso, pero muy lento e incómodo todo.

Ahora llega una etapa curiosa, en la que todos los partidos se apropian de la victoria (o en númeo de votos, o en concejales/consejeros/parlamentarios, o en mantenerse, o en menor descenso, o...) y en la que empiezan las discusiones acerca de si debe gobernar la fuerza más votada o una coalición del resto. Lo cierto es que la democracia ya tiene elementos para dar más fuerza al más votado (véase la Ley D'Hondt, que favorece la creación de mayorías. Si ésta no se produce, lo lógico es que haya pactos, sean del color que sean, y si esos pactos no incluyen a la fuerza más votada, pues tendrá que producirse en el resto. Todo sea por dar estabilidad a los grupos de gobierno. Y todo sea porque las combinaciones posibles son todas igualmente democráticas, porque representan a la mayoría. En todos los casos.

Lo bueno de la democracia es que conseguimos lo que pedimos. Todos. A pesar de los errores que ya he comentado, de usar listas cerradas y de tener un sistema no proporcional, en el que pueden darse casos como que 1000 personas decidan más que 50000, por pertenecer a circuscripciones distintas.

Lo que me gustaría dejar como conclusión de estas reflexiones y comentarios es que todos debemos participar. Los que estuvieron privados de derecho al voto saben lo importante que es ejercerlo, y por eso madrugan tanto. Si tu opinión es que ninguno de los que hay vale, tienes dos opciones, intentar cambiar las cosas desde dentro, o votar en blanco. La abstención no sirve absolutamente de nada, sin embargo el voto en blanco sí que afecta en el recuento, así que ejerce un derecho que no hace tanto que tenemos y que no muchos en el mundo pueden ejercer. Muchas de las políticas de crispación no buscan otra cosa que intentar que no votemos, por aburrimiento.

Saludos de viernes con sabor a exámenes que se acercan...

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