domingo, 24 de enero de 2010

Cuando sopla el viento

Y la puerta se abrió, plena de sensaciones,
de sueños,
de promesas renovadas, rebosante de momentos.

Y el sol entró por ella,
iluminó mi recoveco.

La puerta se abrió, atronadora,
levantando con su viento
cada recuerdo,
cada sentimiento.

Se abrió, avasalladora, desproporcionada,
sin dejar nada quieto,
revolviéndome por dentro,
haciendo que se anuden solos demasiados cabos sueltos.


Cuando menos te lo esperas,
cuando venías de vuelta,
un soplo de viento te saca de la noche,
te despierta.

Tus miembros, perezosos,
extrañados,
dormidos tras tanto tiempo,
luchan y se estiran,
se contraen y se rebelan.
El hormigueo de la anticipación de aquellos huesos.

Cuando menos te lo esperas, la soledad se marcha,
aún sigue al acecho.
Y llega la valentía.
Y presenta armas el miedo.

Si el viento es fuerte,
en ocasiones,
no puede contra él ninguna fuerza,
ni ningún razonamiento.

Si la tormenta es grande,
los truenos te provocan,
te arrastran,
te desgarran por dentro.

Si la lluvia es suficiente,
la noche es oscura
y el sol parece lejos,
los rayos se desatan,
te zarandean,
te presionan,
te alimentan.

Pero es que la puerta se abrió, de golpe, sin miramientos...

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