viernes, 3 de junio de 2005

Distancia, deseo, recuerdo, presente.

No se ve. No sabemos como entenderlo, ni como afrontarlo, porque no se ve. La mayoría de las veces incluso intentamos atraparlo de algún modo, acariciar el ansiado momento en el que seamos capaces de, en un instante, rozarlo, asirlo, tomarlo. Pero no. No se ve.

Siento que algo cambia, que no para, no se detiene. Bulle, transita, repta. Se acerca. No se ve. Pero no es nuevo. Sólo es la sensación dormida. La imagen latente que pugna por volver. Se ve.

Aquí. En este instante, en todos los instantes. Parece olvidado, pero vuelve. Te llevo dentro. No sé si es compartido. Es algo que late, que flota, que recuerda. Una constelación de momentos compartidos. De instantes imaginados. De recuerdos inventados. De historias olvidadas. No hay nada. No queda nada. Sólo retazos. Lienzos sobre los que el dibujo cambia de forma constante. Todavía. Siempre.

Viajes desesperados. Esperas llevaderas. Buscando un norte imaginario. Necesitado y colmado. Simplemente recordando. Teniéndote presente.

La distancia. El deseo. El recuerdo. El presente.

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