martes, 16 de enero de 2007

Baquía

La foto parece movida. Borrosa. Casi en tonos sepia, a pesar de ser en color, y reciente. Sin embargo se diría que fue tomada hace años. Y es que el tiempo a veces se detiene.

El fondo de la imagen refleja el bullicio de una calle. El ajetreo de un plaza. La vida de una ciudad. Gente que camina, presurosa. Con ansia de llegar a un sitio al que llegaron hace mucho tiempo. Ninguno mira a la cámara. Una señora con un niño. Un hombre de traje gris. Un anciano con bastón. Alguien se ata un zapato. Otro sonríe a una chica a la que coge de la mano. Una paloma parece haber detenido su vuelo. Una bicicleta se mantiene en extraño equilibro sosteniendo a un chiquillo que hace malabarismos para que no se le caiga el paraguas.

En primer plano, descentrada, un poco a la izquierda, una sonrisa desenfoca las intenciones del tomavistas. La sonrisa es cálida, pero distante. Sugerente. Parece ocultar más de lo que muestra. Pero muestra un fondo de sabiduría. De clarividencia.

Un pelo rubio, cenizo enmarca la sonrisa. Un poco más arriba unos ojos verdes, con tonos miel, con un brillo pícaro y desencantado. Unos ojos que sonríen más que la sonrisa que acompañan. Una mirada que, de costado, casi de través, guiña a alguien que se diría está por encima de nuestro hombro derecho. Un poco más allá de nuestra silueta. Un poco más allá de nuestro tiempo. Un poco más...

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