martes, 4 de septiembre de 2007

Ausencia. Distancia.

No es la primera vez que le pasa. Y espera que no sea la última. Pero desde luego, hacía tiempo que no sentía esa sonrisa que crece de tan dentro, que no sentía ese miedo y esa nostalgia, esas locas ganas de hablar y de estar callado, de gritar y meditar. Hacía tiempo.


Decía Paulo Coelho que el amor está hecho de ausencia. Y es cierto. El amor se construye desde la distancia, desde la reflexión de lo sucecido. Y desde la esperanza. Y sobre todas las cosas, se construye desde la imaginación.

La sed le puede. El hambre le embarga. Las desesperadas ganas de poseer, de regalar. La indecible necesidad y la imperiosa ausencia.


Muchas veces no se llega a más. El miedo nos atenaza. La duda nos presiona. El valor nos falla.


Esperará, como siempre, una señal. Una oportunidad clara. Un guiño, una sonrisa. Una mirada cómplice. Esperará.


Muchas cosas unen el amor y el desamor, pero sobre todas las cosas, lo que sublima ambas es la egolatría y el desprendimiento extremos a los que nos aboca. Nada más común que sentir que todo habla de ti, de tu pasado o de tu futuro. Cada canción, cada verso, cada susurro. Nadie tiene sentimientos más ególatras y egoístas que el enamorado/despechado.

Y cuando la espera no llegue a donde desea, desesperará. Y luchará contra el sentimiento. Se convencerá de que es mejor así. Que la felicidad pasajera no compensa la tristeza futura.


O como dice la canción del Ismael Serrano, un día nos morderá el virus del miedo. A todos nos pasa. En algún momento. Es mejor protegerse. Evitar una felicidad momentánea a cambio de un futuro incierto. ¿Renunciar a la seguridad? ¿Arriesgarse? ¿Lanzarse? ¿Perder ese indecible miedo? Y sí , es cierto que lo peor que puede pasar es que no salga bien. O que te digan que no. Pero, ¿te lanzarás?

1 comentario:

Anónimo dijo...

ARRIESGARSE!! eso y mas haria...

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