Desde mi ventana
Lo bueno de las vacaciones, y de la vuelta a casa (al menos temporal) es que los días se van llenando de actividades lo planees o no. En un momento dado estás comiendo con tu madre después de un día de trajín mañanero, pensando que llegarás a casa y tendrás unas horas de inactividad, y acabas pasando una agradable tarde de conversación con tu padre rematada con una buena cena de restaurante. Cuando ya crees que la noche toca a su fin, una oportuna llamada de tu primo te hace ir a compartir unos tragos y unas risas. Acabas en un bar en el que la decoración incluye, en una misma pared, imágenes de Jesucristo, del Ché Guevara, de Raúl y de Figo. Y yo intentando comprender cómo puede justificarse eso. Y todo eso te hace volver a casa casi a las tres de la mañana y por casualidad, ya casi metido en la cama, te encuentras una libreta en la que te daba por apuntar cosas cuando tenía dieciocho años.
Y es que es curioso cómo el día parece de repente plagado de sorpresas. Lo que durante semanas y semanas es lo más parecido a la rutina que soy capaz de imaginar, en unos pocos días en Lanzarote me revoluciona. Y hay que disfrutarlo.
Evidentemente mi tiempo frente a una pantalla se reduce drásticamente (cosa que mis cansados ojos agradecen, sin duda).
Intentaré aprovechar al máximo este breve paréntesis antes del reencuentro con las tizas y los proyectores.
Saludos de martes, con sabor a películas de san valentín, un poquito de resaca, y al calor de Panchita en mi regazo...
1 comentario:
Perfecto! Verdad?...
besos enormes de recuerdos y reencuentros/***
Publicar un comentario