viernes, 2 de junio de 2006

Antes

A veces la idea simplemente es empezar a escribir sin pensar mucho en lo que estás haciendo. Simplemente dejar fluir los dedos sobre el teclado sin una idea preconcebida de lo que quieres contar. La música muchas veces ayuda. Alguna palabra que escuchas se cuela en tu subconsciente y la usas apenas sin darte cuenta. Porque después de todo, lo único que quieres es llenar unas líneas, soltar algunas ideas, bucear un poco en tu subconsciente y ver si hay algo nuevo hoy.

Pero no siempre es así. A veces sientes que una idea te quema el alma, que pugna por salir, que debes mostrarla al mundo (a un mundo pequeño es cierto, pero no tan pequeño como el mío propio). Lo curioso de esto es que en realidad no sabes bien por qué es necesario contarlo, cuando sabes lo insignificantes que son tus pensamientos en comparación con los de toda la humanidad. Como dice el libro: humanos... capaces todos de creerse el fin último de la creación.

Luego viene la corrección, la relectura, las dudas... el borrado casi sistemático de casi todo lo que escribo.

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