lunes, 6 de noviembre de 2006

Sursum cordis

Sentía que echaba algo de menos. Y no sabía que era. Ya sabes, lo hemos hablado otras veces, es esa sensación de desasosiego, de vacío. De tener un nudo en el estómago que no termina de cerrarse. De tener una ventana abierta en algún sitio, que no para de dar golpes.


Pero me volví a levantar cada mañana. Y volví a respirar cada segundo. Y volví a dejar vagar mi imaginación para no olvidar que soy más, más que eso.


Es raro echar cosas de menos, tú bien lo sabes. Significa que de repente valoras algo que había dejado de tener valor. Implica que habías dejado de apreciar alguna parte de tu vida. Implica una cierta incapacidad de ser feliz, una cierta tendencia a conformarse, a no sentarse y apreciar las cosas buenas que tienes.


Hace mucho tiempo te escribí sobre ver las cosas con nuevos ojos cada día. Pero te voy a confesar algo. Como siempre. Confieso que hace mucho tiempo que dejé de hacerlo. No te lo crees? Sólo era cuestión de fijarse. La mirada se enturbia, la razón se impone y el tedio, la rutina, se instalan de forma indeleble en nuestros modos.


Pero es hora de intentarlo de nuevo. De levantarme cada mañana. De volver a respirar profundamente. De llenar mis pulmones, de alzar mi corazón, de tener ganas de saber de ti cada día.


Supongo que el primer paso es darse cuenta. Echarlo de menos. Y redescubrirlo. Con un poco de suerte llegará el tren a la hora señalada. O con un poco de suerte veremos nuevos trenes.


Muchas películas han marcado mi vida. Pero hay una a la que tengo especial aprecio. Centrada en el mundo de las drogas (de una forma bastante cruda, por cierto) es sin embargo un alegato contra la sociedad que nos constriñe. El monólogo que abre la película dice algo así:


"Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige buena salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige hipoteca a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones."


Veremos si me dejas...


Saludos de lunes con sabor a escritos desordenados, a ideas alborotadas, a rayos. Y a centellas. Y a yogures de pera...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

resulta inevitable caer en ciertos días y perder momentaneamente el rumbo o sucumbir en un momento de olvido de uno mismo.

A veces me pasa que me levanto y me olvido de quien soy, de donde provengo, hacia donde voy, a quien quiero y quien me quiere y sobre todo me olvido de disfrutar. Estos días, digamos que forman parte del resto de los días y se hace necesario convivir con ellos sin perdernos de vista a nosotros mismos o más bien, sin perder de vista nuestro microcosmos (digamos) ;-)

La rutina puede ser tan bestial que nos puede descolocar de nuestra realidad y me refiero a la realidad verdadera a la que realmente sentimos como nuestra y que nos permite levantarnos por la mañana diciendo aquello de ¡joder! que ganas tengo de hacer cosas, de vivir y de sentir ....

En estos días de agnostidad emocional suele ayudarme tener a mano algun recuerdo o imagen evocadora de todo esto que me motive a reaccionar;
a veces incluso con los recuerdos basta y otros días es simplemente cuestión de días...

Curioso. Hoy precisamente no tengo un día precisamente brillante... ;-)

Un abrazo muy fuerte Rafa! ;-)

Rafael de León dijo...

Pues si tu día no es precisamente brillante habrá que hacer como el resto de días. Intentar volver a levantarte, a respirar, y esperar que el día siguiente sea mejor. O intentar cambiarlo. Supongo que el secreto radica en saber cómo cambiar. En reinventarte cada día. Pero mira que es difícil.

Otro abrazo para ti...

FoN dijo...

Buenas Rafilla,

hace mucho que no paso por aquí a dejarte un comentario... pero nunca es tarde si la dicha es buena, suelen decir.

Es un post que me ha impactado, por la crudeza de la realidad (sobre todo en el monólogo que hay final del post, que creo que es de Blow o Réquiem por un sueño) que inspiran tus palabras.

Yo, hace no tanto, pasé por esa etapa, en la que cada día se hace duro levantarse de la cama y luchar, ya que, en principio, no hay motivo aparente para ello. Pero te levantas y luchas...

Las bocanadas de aire fresco, por suerte para tipos como nosotros, está en los amigos, y creo que una de mis mejores cualidades es, por suerte para mí, dado el carácter deportivo de una de las facetas de mi vida, la de adaptarme a otras situaciones y sacarles partido en forma de nueva gente para crear un nuevo microcosmos (que diría Ander).

Yo, no hace tanto, y por causas que casi todo el mundo sabe, salí de mi entorno rutinario y sali al desconocido, con la gran suerte de encontrar a alguien nuevo que hizo que el vacío que sentía, pareciese lleno... Hasta que llegaron los tiempos que ahora vivo que, por otra parte, sin ser los más boyantes de mi vida, al menos si son los más plenos que he vivido hasta el momento.

Y lo de siempre, que aquí permanecemos, que no hay más que descolgar el teléfono y se acudirá. O un mensaje oculto en el blog. O un comentario. Un sms. Un mail.

Gracias tecnología por existir para hacernos la comunicación con quienes apreciamos más sencilla y duradera.

Hablamos...

FoN

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